Desde llorar abrazados, escondidos por la contraluz de un film
viéndonos reflejados
en la más profunda miseria del protagonista,
Sentir el olvido en los labios por el roce amargo del
delirio
gracias a la dádiva de una ninfa dionisiaca,
Saltar entre sororidad enfebrecida, perdida en la mitad de
la más ensordecedora y absoluta banalidad,
Entrar y salir de crisis en sofás que hace meses siquiera
conocía,
Consejería por mensaje de textos de neurotransmisores inestables
y duelos,
Llorar rota y trabajar con ahínco en tiempos de capitalismo,
Hacer intercambios de tutorías de oferta y demanda de bienes
en el mercado
por la satisfacción de semestres aprobados, tés y unas
monedas para sobrevivir la semana,
Sentir el sublime sabor de una comida hecha de altruismo, amor
y tutoriales de youtube para un comensal querido que ya no come,
Hasta sucumbir sobre una malla tejida de palabras y
experiencias para asusarme cuando solo puedo seguir cayendo,
Gracias a todos…
Todos sabían que en ese momento moría y moría por dentro,
Todos a su manera singular me agarraron con vehemencia para
evitar que siguiera cayendo
Toda mi vida: “Ten cuidado con los desconocidos”
Y los desconocidos han sido la apuesta más arriesgada ganada
que he tenido en este año quebrado,
Han sujetado la patita rota de mis premonitorias gafas de 2018,
Han cargado con las marcas de mis dedos en sus antebrazos ad-portas
del abismo
con la sal más amarga sobre sus hombros…
Nunca me sentí más sola como en estos momentos,
Nunca me sentí al mismo tiempo tan ilimitadamente interconectada
con lo humano en lo divino.